Por Tamara Crespo/ Fotos: Fidel Raso
La vida salvaje se abre paso a pesar de los esfuerzos del ser humano por acabar con ella, de forma tan absurda como imparable. Incluso en un poco de agua almacenada en forma de «laguna» y en un entorno tan humanizado como este de Urueña, aparecen bellos animales como la Garza real que nos acompañó unos días. Hace un par de semanas, observando a esta garza y viendo a gente pescando carpas, el ornitólogo y guarda forestal Chema Lorenzo nos decía que con solo acotarla de pesca e introducir peces autóctonos podríamos ver en sus aguas otras especies como el bello Martín pescador. Tan fácil y tan difícil que hacemos la convivencia con el resto de animales, de los que depende nuestra propia supervivencia. Sólo con observar e imitar la capacidad de regeneración de la naturaleza tenemos las herramientas y la solución para revertir una situación que pinta mal para nuestra especie en todo el planeta y que tenemos encima ya en nuestro entorno más cercano. Y no, poner molinos y placas en masa, con la excusa de que son energías «verdes» no es la solución, se ha convertido en otro problema de consecuencias graves e irreparables. Hay asociaciones ciudadanas como Defensa Valle Esgueva y SOS Montes Torozos que luchan, como Quijotes, contra estos nuevos gigantes. Siempre hay personas que salvan lo que nos queda de humanidad.