Por Tamara Crespo
En septiembre de 1989 una gran estrella, un mito del cine clásico, hacía su última aparición pública. Fue en el Festival de Cine de San Sebastián, donde recogió el Premio Donostia a toda su trayectoria. Hoy hemos escuchado al director de teatro Jaime Azpilicueta contar, en el programa de RNE No es un día cualquiera, cómo se ha convertido en la persona que, en una subasta internacional, ha logrado convertirse en el propietario del último vestido que lució la mítica actriz, el mismo con el que, según ha relatado, fue trasladada al hospital de París en el que moriría solo unos días después. En otro video de una entrevista realizada por la televisión pública vasca, ETB, Azpilicueta muestra el vestido en una vitrina de su casa y relata la emoción que sintió al tocar por primera vez una prenda que forma parte de la historia del cine, «una reliquia que ni siquiera ha pasado por una tintorería, que conserva el aroma de ese monstruo sagrado, de esta señora que es, ella sola, la historia del cine».
Recordando que esa fue una de las coberturas gráficas que, entre atentado y atentado (eran «los Años del plomo» de ETA) y viajes al extranjero como enviado especial, realizó Fidel Raso, fotoperiodista entonces de Diario 16 en el País Vasco, le he animado a buscar en su archivo. Lo primero que cuenta es que la importancia que en esos momentos tenían las fotografías en color, que se usaban para los suplementos y especiales, los fotógrafos enviaban los carretes por avión. En el caso del Festival de San Sebastián, se hacía desde el aeropuerto de Fuenterrabía. Cuando no se coincidía con un vuelo adecuado a Madrid, había que hacerlo desde Sondika, en Bilbao. El blanco y negro, usado en el día a día, se revelaba, la mayoría de las veces, en los hoteles donde estuvieran alojados los enviados especiales, y se hacía llegar a la redacción mediante un transmisor. En último término, todo el material se enviaba al periódico. En contadas ocasiones, el periodista rescataba un poco de su producción en alguna visita al archivo, por eso, y a pesar de las miles de fotos que conforman el archivo de Fidel Raso, no es fácil encontrar muchos de los trabajos que ha realizado a lo largo de su larga carrera profesional. Pero hoy se ha puesto manos a la obra y entre la, a pesar de ello, ingente cantidad y variedad de fotografías, en todos los formatos, que aún conserva… ¡eureka!, ha aparecido. Allí, sola, en una página de archivador de diapositivas, acompañada de otras más de la entrega del premio, con otra ropa, ha aparecido una sola de aquellas imágenes que tomó de la gran dama del cine con su vestido negro, tocada con un sombrero a juego. Davis estaba muy delgada y, según recuerda Azpilicueta, ya muy enferma, a pesar de lo cual, conservaba ese halo, ese magnetismo. Preparó con sumo cuidado la que quizá intuyó que iba a ser la última ocasión en la que oyera los aplausos del público. Aquellos días tan especiales se recogieron en un documental que reconstruye la visita y los detalles de cómo, durante seis días en su habitación, planificó con detalle sus apariciones públicas. La película, El último adiós de Bette Davis, dirigida por Pedro González Bermúdez, se estrenó en el festival donostiarra en 2014.