El campo

El campo I y II

Por Tamara Crespo/ Fotos: Fidel Raso

EL CAMPO (I)
El campo, el de cultivo, se ha ido hoy a la ciudad. Dicen: «Nuestro fin será vuestra hambre», pero lo cierto es que es el planeta el que estamos dejando hambriento y sediento, y esa es nuestra hambre y nuestra sed, la de todos, no ya a futuro, sino, por desgracia, muy presente.
Otra forma de cultivar, otra forma de producir alimentos, otra forma de alimentarse, otra forma de usar el agua, de preservarla, otra manera de producir energía, de ahorrarla, la renaturalización de la tierra, de nuestro hogar, el que nos provee de todo lo que necesitamos para vivir, ese es el único camino posible, y sabemos cómo hacerlo. No se puede alegar ignorancia. Lo demás son vericuetos que nos llevan a callejones sin salida. Y no será porque no lo estén advirtiendo quienes saben.

EL CAMPO (II)

Y el campo, el del ganado, hoy mismo. El último pastor, un último pastor en un pueblo donde hubo muchos, desde tiempos inmemoriales, desde que la humanidad comenzó a cultivar la tierra y a pastorear. Asistimos al fin de demasiadas cosas ancestrales e importantes sin que parezca importar. De hecho, esto no se ve, no lo ve casi nadie. El espectáculo de la naturaleza observada en directo ha sido sustituido por el que nos ofrecen en pantallas, paisajes bonitos que no sabemos si aún existen, y por el espectáculo de la política banal que no sirve ya más que a sí misma, la postmodernidad que todo lo relativiza, incluso la verdad, la individualidad más salvaje y egoísta. Vivimos en una distopía: nos falta agua, nos sobran molinos y placas y macrogranjas en la España asolada, vemos un genocidio en directo en Instagram, mezclado con fotos bonitas de lo que de hermoso queda aún (o quedaba) en el mundo, mezclado con el resto de la basura, humana y material, como un espectáculo más. No parece real, pero lo es, como la desaparición de los pastores.