Texto y fotos: Fidel Raso/ Jerusalén
El ser humano necesita exteriorizar su creencia, su fe, su esperanza final, en definitiva. Aspira a dejar constancia de su recorrido interior y exterior, y no ha podido parar de hacerlo a lo largo de los siglos.
Al principio era la Naturaleza la que daba soporte al hombre para que pudiera reflejar esa aspiración de trascendencia. De esta manera, se talló e inscribió sobre piedra, barro, madera, metal y pergamino todo aquello que enlazaba lo humano con lo divino.
Vinieron grandes obras de arte que aún hoy podemos disfrutar, aunque algunas de ellas se encuentren en ruinas o destruidas. Eran los primeros mil años. Y los siguientes mil años. Hay impresionantes esculturas en mármol y lienzos de tintes naturales. Están el Renacimiento, el Humanismo, la catedral gótica, las representaciones en plata y en oro, en lino, en libros de papel y piel. El hombre ha mirado siempre al cielo y se arrodillaba en la tierra tratando de enlazar su sentimiento religioso.
Hoy también es imprescindible plasmarlo. Pero eso es volver con tecnología del siglo XXI al pasado más lejano. Quizás nos haga sentir mejor. Todo depende de si ha salido bien la foto.