Por Tamara Crespo/ Fotografías: Fidel Raso
30 de junio de 2018
En 2005, entre los días finales de septiembre y los primeros de octubre, las fronteras de Ceuta y Melilla, la frontera terrestre de Europa en el sur, vivieron sucesos especialmente dramáticos que, hoy que se vuelve a hablar de nuevo, y mucho, en Europa de este tema, nos vienen a la memoria a los periodistas que, durante años, hemos vivido de cerca el fenómeno de la inmigración africana. Los sucesos de aquel año supusieron, por primera y única vez hasta ahora, la militarización del perímetro fronterizo, de la que ofrecemos aquí algunas imágenes. Trece años después, se sigue discutiendo cómo gestionar los fenómenos migratorios y las fronteras y, aunque ahora no sea la vía de acceso principal de este tipo de inmigración, sustituidos los saltos de la valla por la vía marítima, se vuelve a hablar de las concertinas. En su primera entrevista como presidente del Gobierno, en TVE el 19 de junio, Pedro Sánchez afirmó que las vallas y fronteras «se pueden proteger sin tener que lesionar a los seres humanos». Sobre la voluntad de eliminar las concertinas de los vallados, aseguró que hay que respetar los derechos humanos «y hacer una política migratoria sensata». «Nosotros no vamos a abrir las fronteras, pero tenemos que gestionar bien los flujos migratorios», concluyó, para anunciar, una vez más, su intención de retirarlas.
Al menos 13 inmigrantes subsaharianos (como siempre, fue imposible confirmar con exactitud y veracidad los muertos en el lado marroquí) se dejaron la vida aquel invierno de 2005 en varios asaltos masivos a ambas vallas. Eran los primeros intentos en grupos de decenas, a veces, centenares, de personas que trataban de alcanzar territorio español trepando por las vallas, lanzándose a la carrera al unísono y de noche, pertrechados con rudimentarias escaleras fabricadas con ramas en los campamentos de los montes marroquíes próximos a la frontera. Desde el lado marroquí, se les disparó con armas de fuego. Muchos de los que lograron superar la doble barrera sufrieron heridas, sobre todo, en las manos y los pies, a consecuencia de la hoy tan traída y llevada concertina. La concertina es un elemento de diseño y uso militar que corona, enrollada, ambas vallas y mucho más peligroso que el tradicional alambre de espino, pues está conformado por dobles cuchillas de acero. El entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE), anunció, tras visitar las dos ciudades autónomas y sus centros de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), su intención de retirar este elemento, mientras se anunciaba el refuerzo de las fronteras con un proyecto multimillonario, de nuevo, diseñado por una empresa que prestaba servicios al Ministerio de Defensa. Los vallados se recrecieron de tres a seis metros y finalmente, el «refuerzo» solo se llevó a cabo en Melilla. La valla melillense tiene desde entonces un entramado de cables de acero en la parte inferior, y está inclinada hacia el exterior en su parte superior para dificultar el ascenso. También se instalaron nuevas cámaras de infrarrojos. Aún así, no se logró que los inmigrantes, acampados en el caso de Melilla en el cercano monte Gurugú, dejaran de intentar saltar. En el hospital de Melilla entrevistamos a un joven con los gemelos destrozados por el impacto al caer sobre estos cables, que a los periodistas nos presentaron en infografías en las que los habían coloreado como si formaran parte de un parque infantil.
El caso es que las concertinas se retiraron en Melilla 2007, sustituidas por estos cables de acero o «sirga tridimensional», pero después, se volvieron a colocar en parte del perímetro de Melilla, mientras que en Ceuta no se llegaron a suprimir nunca, y de forma periódica desde entonces, reaparecen en el debate político y en los medios de comunicación ocupando titulares y horas de televisión y desapareciendo tal como aparecieron. La última ocasión ha sido con motivo de la toma de posesión del nuevo Gobierno socialista, primero a través de declaraciones del ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, y luego en esa primera entrevista al presidente Sánchez.
En los días posteriores a aquellos sucesos de 2005, se desplegó un dispositivo de vigilancia militar, conformado por soldados de la unidad de Regulares. En el lado marroquí también hubo presencia militar, en ese caso, ya fija, aunque con mayor o menor despliegue de recursos con el paso del tiempo. Posteriormente, llegarían otras «crisis» no menos graves, pues las tácticas para intentar llegar a España traspasando las barreras fronterizas de las dos ciudades autónomas o, directamente el mar de Alborán o el estrecho de Gibraltar, cambian. En febrero de 2014, 15 inmigrantes murieron ahogados en una avalancha por mar, cuando trataban de superar a nado el espigón fronterizo del Tarajal lanzándose a la carrera desde el lado de playa marroquí. De nuevo, se volvieron a discutir los métodos de contención empleados y, de hecho, se denunció el lanzamiento de pelotas de goma por parte de la Guardia Civil como factor causante de las muertes, un caso que ha sido archivado por la justicia y que se mezcla con otro no menos importante, el de las llamadas «devoluciones en caliente».
Entre tanto, sigue la infernal rueda de la que es evidente que no se sabe cómo salir, y que un día (los menos, porque salvo casos puntuales, las fronteras de Ceuta y Melilla son las grandes olvidadas), nos traslada de nuevo a las vallas y otros días, los más desde que estallara el éxodo provocado por la guerra en Siria, al Mediterráneo, convertido, como la terrestre, en frontera entre dos mundos.